Hace poco, alguien me preguntó sobre la frustración que sienten cuando se sienten sobrecargados, y luego se cierran o arremeten contra ellos.

"Esto es algo con lo que he luchado durante la mayor parte de mi vida. Hoy he tenido un caso en el que podría haber estado más calmada y racional sobre la situación, pero la calma y la racionalidad dieron paso a la frustración y la ira. Me pregunto qué hábitos puedo utilizar en su lugar para no caer en ataques de ira".
Probablemente esto nos suene a algunos de nosotros. Nos sentimos desbordados, y entonces tal vez arremetemos contra alguien con frustración y rabia. Esto proviene de la esperanza de que las cosas estén tranquilas, ordenadas, simples, sólidas y bajo control. Sin embargo, el mundo no cumple con esta esperanza, ya que es caótico, desordenado, en constante cambio, nunca fijo, sin fundamento. Por eso nos frustramos, nos enfadamos con los demás y sentimos ansiedad.
Entonces, ¿cómo podemos hacer frente a la frustración que surge? ¿Cómo podemos crear un hábito de calma?
Voy a compartir una serie de prácticas que puedes convertir en hábitos. Cuando te sientas frustrada, en lugar de arremeter, práctica lo siguiente.
La primera práctica consiste en detectar tu patrón habitual lo antes posible, y cambiar por no permitirte caer en él. Cuando notes que te frustras y te sientes sobrecargado, nota el impulso de ir a tu patrón habitual (cerrarse o arremeter), pero haz una pausa en lugar de consentirlo.
La siguiente práctica es dejarse caer en el cuerpo. De nuevo, haz una pausa y permítete respirar. Presta atención a tu cuerpo y observa las sensaciones de frustración y agobio. Quédate con estas sensaciones, con curiosidad. Nota lo fuerte que es el impulso de arremeter, y saborea ese fuerte sentimiento en lugar de actuar sobre él.
Ábrete a él, relájate con él, acompáñalo. Ama este sentimiento, si puedes, o al menos sé compasivo con él. Una vez que practiques esto, te sentirás cada vez más cómodo en medio de la frustración, y no necesitarás aliviar el sentimiento arremetiendo contra él. Ahora tienes más espacio para calmarte y realizar la siguiente práctica.
La tercera práctica consiste en utilizar este nuevo espacio para conectar con la otra persona. Ahora, entiendo que puedes estar enfadado con ellos, y por eso conectar con ellos es lo último que quieres hacer. Tu corazón está cerrado a ellos, porque crees que ellos son el problema. El problema es tu corazón cerrado. Intenta no permitirte ese cierre y abrirte un poco. Esta es una práctica desafiante pero transformadora.
Desde este lugar, fíjate en la otra persona: está actuando como lo hace porque ella misma siente algún tipo de dolor. Tal vez se sientan inseguros, ansiosos, preocupados por el futuro. Tal vez se sienta herido por algo que tú has hecho y esté reaccionando con frustración. Bueno, ¡tú puedes entenderlo! Tú sientes lo mismo. De este modo, los dos estáis conectados.
Quizá hayas respondido a su frustración con tu propia frustración. Ahora estás sufriendo como ellos están sufriendo. Están conectados de esta manera, son iguales. Deja que esta similitud te abra a ellos, comprendiendolos de una manera más humana. Ellos no son el problema, están sufriendo como tú. Estáis juntos en esto. Ahora, ¿cómo podéis trabajar juntos en esto?
La última práctica es tratar de encontrar una respuesta adecuada, amorosa y compasiva. Has empatizado con la otra persona, pero ahora tienes que actuar. La respuesta a qué acción tomar no siempre es fácil, pero al menos, no estás respondiendo desde un lugar de ira, que es un lugar que da lugar a respuestas inapropiadas como las agresiones.
¿Cuál es una respuesta apropiada, amorosa y compasiva? Realmente depende de la situación. Te dejo algunos ejemplos:
La otra persona está enfadada y pasa por un mal momento, así que le ayudas a calmarse, escuchas sus frustraciones, le ofreces empatía y compasión, y habláis de una solución juntos.
La otra persona ha actuado de forma desconsiderada, pero quizás no era consciente de cómo te afectaba, así que te acercas a ella cuando te has calmado y le hablas de ello con compasión, compartiendo el impacto de sus acciones en ti y pidiéndole con calma algo específico que pueda hacer en el futuro.
La otra persona no está dispuesta a entablar un diálogo compasivo y se empeña en ser un imbécil. No puedes hablar con ellos con calma, porque lo discuten todo. En este caso, puedes recurrir a un tercero para que medie, como un consejero de pareja o un directivo de tu lugar de trabajo.
La otra persona es abusiva. Sientes empatía por el dolor que debe sentir para ser así. Pero también te alejas de la situación para protegerte del daño. Intentas ayudarles a conseguir la ayuda que necesitan, pero manteniéndote firme en tus límites.
Como puedes ver, hay muchas posibilidades, muchas más de las que puedo enumerar aquí. Estos son sólo algunos ejemplos para mostrar que puedes encontrar una respuesta amorosa y apropiada a la situación si vienes desde un lugar de compasión y calma.
Al final, estas cosas requieren mucha práctica. Pero es inconmensurablemente más útil llevar a cabo estas prácticas que arremeter, lo cual no sólo daña a la otra persona, sino también a ti mismo.
Comments