
¿Alguna vez has sentido que la vida tiene un peso muy grande para ti? Es, cuando nuestro corazón pesa, cuando nuestro corazón grita que ya no puede más, cuando nos toca tomar una de las decisiones más importantes de nuestra vida: soltar o herirnos más. A veces hemos tirado la cuerda con tanta fuerza que nuestras manos ya nos sangran; es en ese momento en el que toca soltar. Soltar, dejarse caer al agua y flotar, sin las preocupaciones del corazón, bajo las estrellas, haciéndose compañía a uno mismo.
Estoy segura de que has experimentado algo parecido en tu vida. Es más común de lo que creemos. Hay varias ocasiones en las que nuestra mente se aferra a algo con fuerza, y rara vez es útil. Por ejemplo, decir:
Yo tengo razón, la otra persona está equivocada
Esa persona está viviendo su vida de forma incorrecta, debería cambiar
Mi forma de vivir es la mejor, otros se equivocan
Esto es lo que quiero, no quiero nada más
Realmente no me gusta eso, apesta
Debería tener a esa persona en mi vida, amándome
No debería estar solo, no debería ser X, Y o Z, no debería tener esta vida
En todos estos casos, y en muchos más, nuestras mentes están fijadas en un cierto punto de vista negativo y, a menudo, juzgamos a los demás. Nos quejamos. Estamos apegados a lo que queremos y lo que no queremos. Esto conduce al estrés, la infelicidad, el enfado, la injusticia, el encerramiento y el distanciamiento de los demás. Pero, sobre todo, lleva a cerrarse a la belleza de este momento, tal como está, lleno de apertura y posibilidades. Es por eso por lo que hoy vamos a cultivar la practicar de soltar.
Empieza por darte cuenta de que estás endurecido. Observa que está estresado, molesto con alguien, quejándote de alguien o de una situación, no abierto a otros puntos de vista, posponiendo algo, evitando, estando tenso. Estas son buenas señales de que te estás aferrando, endurecido en tu punto de vista, fijo, apegado, aferrado. Nota la tensión en su cuerpo. Es un endurecimiento que ocurre desde los músculos del estómago, a través del pecho, hasta la garganta y hasta la frente. Cada vez que sientas que te estas aferrando, endurece el cuerpo y poco a poco anda relajando los músculos tensos. Músculo por músculo.
Abre tu conciencia más allá de ti mismo. Una vez que hayas hecho esto (y es posible que tengas que repetir la relajación varias veces), puedes abrir tu conciencia desde tu propio cuerpo y tu preocupación por ti mismo, al mundo que te rodea. Toma conciencia del espacio que te rodea, las personas y los objetos, la luz y el sonido. Abre tu conciencia al vecindario que te rodea.
Toma conciencia de la apertura y las posibilidades. Con su mente abierta, puedes comenzar a sentirte más abierto. Tu mente ya no está cerrada, sino que ha dejado espacio para las posibilidades. No estás fijo en un camino cerrado, sino que estás abierto a todo.
Es así de simple. Y, por supuesto, se necesita mucha práctica. Puedes hacer esto en cualquier momento, pero es útil tener un breve momento del día para establecer un recordatorio y luego tomarse unos momentos para sentarte y practicar con lo que sea a lo que te hayas aferrado hoy.
Cuando practicamos esto, estamos cambiando nuestros patrones habituales de preocupación, hacia la apertura, hacia posibilidades ilimitadas y viendo la impresionante belleza del mundo frente a nosotros.
Es tiempo de soltar. Es tiempo de abrir el alma.
Contigo siempre,
Pao.
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