
La vida está llena de altibajos, atesoramos los buenos momentos y lidiamos con los malos. Evidentemente, quién no preferiría evitar estos últimos y vivir únicamente de alegrías, pero es parte de vivir y aprender. Los malos momentos nos sirven para valorar más los buenos.
Experimentar dolor en estas situaciones es parte del ser humano, lloramos, gritamos, buscamos confort en alguien cercano. A veces puede parecer que se toca fondo y no queda más que hacer, pero es posible seguir adelante, recuperarse de los malos momentos. Es en este contexto que resulta relevante hablar sobre el concepto de resiliencia, pero ¿Qué significa exactamente?
Como dice Boris Cyrulnik la definición de la resiliencia no puede ser más sencilla:
"Es iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma. Lo complicado es descubrir qué condiciones la permiten”.
Desde la infancia, como ya se sabe, la familia cumple un rol crucial en el desarrollo de la persona. Un entorno seguro permite que el niño pueda enfrentar satisfactoriamente situaciones estresantes, sin embargo, esto no significa que si no la desarrollamos en edad temprana en el futuro no se pueda hacer. La resiliencia está en marcha toda la vida.
Frente a una situación estresante es importante apoyarse en los seres queridos. A veces las personas tienden a aislarse y no quieren hablar del sufrimiento que sienten, lo cual puede ser contraproducente, ya que el recuerdo de la herida se refuerza más y más. Solo pensamos en eso y agravamos el sufrimiento. La negación es protectora porque permite evitar afrontar el problema, pero esta negación obstaculiza la resiliencia porque no se enfrenta el problema. Por eso es importante abrirse con las personas en las que se confía, lo cual no tiene que ser de inmediato, todo al ritmo con el que sea más cómodo.
El sufrimiento forma parte de la condición humana, pero después cuando se recuerda lo que pasó, si se cuenta con apoyo y si se tiene la posibilidad de reflexionar, se puede recuperar de lo sucedido. De la contrario, la persona se puede inundar en pensamientos como “¿Por qué me tuvo que pasar esto?” “¿Qué hice mal?”.
Cyrulnik menciona que es imposible hacer un baremo de traumas. Todo puede ser trauma, todo puede ser herida, no se debe minimizar el dolor de una persona. Esto es clave porque seguro alguna vez se ha escuchado frases como “no es para tanto” “yo pasé por lo mismo y no me puse tan mal”. Como explica este psicólogo, la resiliencia depende de la personalidad de la persona y sus vivencias, la respuesta a un evento estresante es diferente en cada persona. Hay personas que se recuperan rápidamente, mientras que a otras les cuesta más, lo cual no hace más o menos a una de la otra, solo se recuperan de formas distintas. Hay que tener claro, además, que cada persona experimenta las cosas de manera distinta.
Como ya se mencionó, la resiliencia es beneficiosa a nivel personal, pero este proceso también tiene un impacto en los demás. Cuando se vive una tragedia, la persona se pone a la defensiva, necesita defenderse y cuando retoma su vida y sufre menos, muchas veces surge un deseo altruista. La persona tiene ganas de ayudar a otro porque sabe lo que es el sufrimiento. Este proceso es bueno porque invita a entender y a compartir lo que se ha aprendido. Sin embargo, es importante reconocer hasta qué punto se puede ayudar, sin que esto conlleve a un agotamiento o malestar personal. No es saludable sacrificarse por alguien más. Ayudar a los demás es bueno, pero no se debe caer en el descuido personal.
También es importante que experimentar dolor no implica infelicidad. El sufrimiento es opcional porque las emociones, en sí mismas, no son buenas ni malas, sino que nos expresan información importante de nosotros mismos. Te invito a revisar la entrada a mi blog: Aceptación incondicional (lantana.com.pe) Este te ayudará a aproximarte a tus emociones, especialmente a las dolorosas, de forma positiva.
Hoy te invito a buscar dentro de ti a aquella persona fuerte, capaz de superar las adversidades y seguir hacia adelante. ¡Hoy puedes ser esa persona!
Con amor,
Pao.
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